Hace frío, pero no me tiemblan las manos
ni me castañean los dientes,
ni se me abren los ojos,
y no me suda la frente.
Hace frío, pero no siento nada,
no tengo odio ni cariño,
es el precio de vivir a tientas
esta vida que ha sido fiada.
Hace frío, y no me puedo cobijar
porque mis dedos están tiesos,
los gusanos me corroen,
penetran hasta los huesos.
Hay una caja en el centro
con rigidez inminente,
llevando un muerto adentro
haciéndose el inocente.
Mi féretro reposa,
frío, quieto y callado,
con este cuerpo inerte,
maloliente y putrefacto.
Inquietos los dolientes,
le rezan a lo que no siente;
absorben el silencio de mis restos;
cavan una fosa bajo el cielo.
Es el gran día,
dudo si iré al edén o al infierno,
no sé qué ocurrirá con mi alma,
no sé siquiera si exista esto.
Algunas veces me quise,
nunca presenté arrepentimiento;
siempre buscaba olvidar el mundo,
y hoy no descanso ni me desasosiego.
Gente llora sobre la tumba,
otros caminan en círculos;
esperan la hora oportuna para irse
los que solo han venido por el tinto.
Se han marchado,
no escucho lágrimas ni ruidos,
de los grillos ni los silbidos,
huelo todo lo que es vacío.
El terreno con muchas rosas;
siempre tuve el deseo de sueño.
Cubriendo todo lo que es mi sombra;
recostada en el velo eterno.
Joselyn Revelo



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