Qué es lo que me lleva
a este continuo precipicio
del que no obtengo queja.
Por qué no sé conformarme conmigo
y me inundo de un vacío
que pesa más que cualquier pena.
Por qué no sé sentirme viva
si no me atacan emociones fuertes en mitad
de la calle,
si no comparto con risas ajenas
palabras intrascendentes,
si no me ciegan las luces
y los aplausos de la gente.
Qué es lo que me hace querer más
y quererme tan poco
que ni el tiempo lo cura,
que ni el viento puede
llevarme muy lejos.
Por qué veo los segundos pasar
y me atraganto en la acción,
por qué se me hace cuesta arriba
un camino llano
y maldigo la simplicidad de no encontrar montañas.
Por qué no me atrevo,
qué es lo que me ha encerrado
entre los barrotes
del silencio y la inmovilidad,
por qué la libertad no me atraviesa las costillas
como prometí hace años.
Por qué opté por atarme al recuerdo
que me clava al suelo
y cada vez que el olvido
me besa la frente,
lucho,
lucho hasta desgastarme,
porque aunque me esté matando,
lo vivido es lo único que me hace sentir viva.
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