Me hice poeta porque creí en la fuerza de las palabras
hasta que descubrí que de tanto forzar las cosas,
estas se acaban rompiendo.
Nadie me dijo que unos versos afilados
eran más letales que cualquier veneno.
Porque una palabra que se ha roto por dentro,
puede provocar que el corazón se acabe pudriendo.
Siempre creí en la fuerza de las palabras
pero como todo arma en las manos equivocadas,
pueden provocar una guerra en la que ningún bando será vencedor
y todos acabaremos renunciando a los sentimientos
por mandato de la razón.
Porque si algo he aprendido durante este tiempo
es que al final es imposible hacerle creer en la magia de las palabras
a quien ya se conoce todos los trucos del poeta.



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