Me hice poeta porque creí en la fuerza de las palabras
hasta que descubrí que de tanto forzar las cosas,
estas se acaban rompiendo.
Nadie me dijo que unos versos afilados
eran más letales que cualquier veneno.
Porque una palabra que se ha roto por dentro,
puede provocar que el corazón se acabe pudriendo.
Siempre creí en la fuerza de las palabras
pero como todo arma en las manos equivocadas,
pueden provocar una guerra en la que ningún bando será vencedor
y todos acabaremos renunciando a los sentimientos
por mandato de la razón.
Porque si algo he aprendido durante este tiempo
es que al final es imposible hacerle creer en la magia de las palabras
a quien ya se conoce todos los trucos del poeta.
Es cierto. Las palabras tienen un gran poder, sobre todo, aquellas que salen directas del corazón,pura expresión del estado de nuestras almas. Pero también las que se reciben porque se interpretan en función del estado en que nos encontramos cuando las escuhamos o leemos. Por suerte o por desgracia, la misma expresión puede darte un impulso y hacerte volar o, por el contrario, sumirte en la más profunda de la simas abisales.
En cualquier caso, ¡qué suerte tenemos que disponer de ellas para comunicarnos! Estupenda reflexión, Cristina. He de decir que me encanta. ¡Enhorabuena!
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Muy bueno, Cristina.
Enhorabuena!!
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Muy bonito!
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Yo creo en la fuerza de las palabras, más que los actos a veces. Sirven, como bien dices, también para hacer daño, pero creo que la utilidad de su uso lo recompensa. Me ha encantado. Un abrazo.
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Precioso.
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