Trapos de ‘viejito’

Mount Auburn, 1840

Gozoso como un infante

que, dotado de una euforia

inmensa, corre desnudo

sobre anillos de un planeta

ignoto, hacia el devenir

desconocido del vasto

microcosmos que reside

en su bella imaginación,

me dirijo al cementerio.

Ante mi llegada, nadie

me recibe. Ni los hombres

elegantes de lenguaje

coloquial, ni las mujeres

que hablan de música, teatro,

y todas esas cosas que

no entiendo. Los visitantes

visten ropa extraña, como

trapos de viejito. Nadie

carga consigo un celular,

nadie se pone a cargar su

celular. ¡Qué extraño es

todo esto! Jamás hubiera

pensado que después de la

muerte te enviaban de viaje

en el tiempo hacia el pasado.

 


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