Tras la noche más corta, una cerilla
prende la hoguera de la fantasía;
se despliega la carpa y en su seno
el primer foco enciende la ilusión.
Ojos abiertos, mentes despejadas,
bocas que alternan risas y estupores
presencian el desfile de luceros;
estrellas de una misma nebulosa
que retan a las leyes de la ciencia:
danzan sobre la nada,
se repliegan en formas imposibles,
compaginan sus cuerpos en un baile voluble,
brillan en vertical y horizontal,
dibujan en el aire melodías
seductoras;
mangas arriba, dedos a la vista
no hay truco que encontrar, ¡es pura magia!
Solo un grande podría acompañar
al creador de este mundo paralelo,
incitador de risas,
entrañable figura de alma audaz
y nariz roja.
Circo ambulante de raíz profunda,
su estela se acomoda en la memoria,
se rompen palmas en su despedida,
se agitan nervios en su bienllegada.
Mas no hay aurora sin anochecer,
las hojas y el telón caen en otoño.
Hibernará al calor de los aplausos,
rebrotará acunado
en el regazo de la primavera,
florecerá de nuevo en el verano
y será nuestro.
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