“Antiguo enemigo,
finalmente desciendo sobre ti
para terminarte de una vez por todas.
Después de todos estos años,
después de haberme arrebatado
la bendición de la vida,
me corresponde mi venganza.
Después de esto, serás como todas las demás:
una roca suspendida en el cosmos,
inerte salvo por tus giros sobre ti y sobre tu astro.
Permíteme descender;
permíteme tener mi venganza,
pues yo, que nunca tuve vida,
ahora he de quitártela por siempre”
…
El asteroide se precipitó violentamente, atravesando osadamente la atmósfera de la Tierra. Un impacto. Cae al mar, y el agua se eleva por encima del sitio donde cayó.
Nada. La vida sigue. No alcanza a aplastar ni siquiera a un pez en el océano. Finalmente, sin más que hacer, el asteroide se resigna a vivir entre las rocas de las oscuras profundidades.



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