Levantarte la voz no es acto amable,
por mucho que le enoje tu existencia,
no hay razón que razone la violencia
ni en quien la tiene en sí como inmutable.
Levantarte la mano, inaceptable,
no dejes que lastime tus orillas,
que se tiñan de luto tus mejillas,
cuando no es más y hiere irreparable.
Cuanta tierra han de regar tus ojos,
si alguna vez le amaste ya no hay caso,
del fango brotarán enredaderas
que estrangulen con fuerza sus antojos,
no tengas ningún miedo a dar el paso,
que todo invierno muere en primaveras.
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