Éramos las migajas, la naturaleza muerta y esa cotidiana manera de quebrarnos. Nos pulverizamos. El final nunca es sencillo. Te vas de mi vida y no hay mucho por hacer. Hay un beso de despedida: largo y marchito. Resides en mi boca, en todo mi cuerpo.
Sé que te quedas -entre tantas otras cosas-, con las lágrimas sucumbidas en mi ombligo solitario y vacío. No las quiero de vuelta. No las quiero ni como castigo.
Muy bello!!
Un abrazo⚘
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Gracias, uno de vuelta.
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¡A qué trueques nos forza el amor terminado! Se lleva todo para quedarnos sin nada.
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Lindo, evocador 👍
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¡Gracias por leer!
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Me encantó la idea de un beso marchito.
Muy bello.
Saludos 🙂
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Gracias, Valeria. Un abrazo.
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«No las quiero ni como castigo» Impactante! Gracias! Muy buena poesía.
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¡Gracias, Diana!
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