Una vez me quedé dormida tanto tiempo
que olvidé la manera de moverme hacia la luz
casi pensé que las nubes negras bastarían
y de la nada malinterpreté todas las estaciones
mis microscópicos esfuerzos fueron abandonados
se me acabaron las cosas que debía maldecir
y de la nada recordé cada uno de los nexos
cuando las cosas se empiezan a romper
la intensa perspectiva del sol desnudo
cruzando los dedos para no dejar de sentir
deseando tejer miradas en el aire
y que las hojas alcancen a buscarme
respirar
combatiente
con las olas que emergen del miedo
reparar los daños agradeciendo lecciones
amar con toda la luz interna de fondo
esperar el bien con los pies fríos
contemplándonos
como mares eléctricos que no nos corresponden
pero nos dejan más vida frente a nosotros
mostrando lo que no se ve
curando las heridas con sal marina
sueños incandescentes a la vista de nadie
respirar sigilosa,
comprensiva
los minutos insanos que nadie logra soportar
por eso alzo la voz con antorchas en los labios
exigiendo que nada me arranque la calma
siguiendo el camino intacto de los pájaros migrantes
que nos enseñan cuándo parar
no hay nada que ocultar entre cronologías y prioridades
cuando confundo mi coraje con tristeza
y en el costado de cualquiera
no logro descifrar lo que habita en nosotros
respirar ambiciosa
una vez más
yo que suelo tener las manos ocupadas
cierro los ojos para recibir de una vez
el viento en la cara
el sentido común
y el orgullo marchito
de mis lágrimas escapando cuando consigo fuerzas
la vida revienta entre mis propios dientes
si consigo gritar que la lucha ha terminado
y las playas verdes, tambaleándose,
han aprendido a renacer
cuando la paz del silencio te golpea las alas:
respirar
consciente
por última vez
antes de comenzar.
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