Son tus ojos los que me miran. Es tu sonrisa la que me habla, tu rostro el que me anhela y tu figura la que me espera. No trato de pararte, no busco que dejes todo. Solo quiero que me permitas formar parte de tu día, de tu semana, de tu año y… ¿por qué no?, de tu vida.

Me pasaba por aquí para decirte que hace mucho que te pienso; que ya no hay más espacio en mi ser para recordarte. Que desde que te vi supe que eras tú. Tú: mi persona favorita. Quien me ayuda a despertar cada mañana y quien despide el día conmigo cuando solo la luna y las estrellas están de testigos. No me hace falta nada más que mirarte para poder conocerte. Tus ojos, esos luceros con los que de vez en cuando y de manera despistada me miras, lograron cautivarme. ¿Qué pasará si algún día me privases de tu mirada?

Ni pensarlo quiero. No podría afrontar semejante pérdida.

Perder tu mirada significaría perderte a ti, tu esencia, tu ser en el mío. Y finalmente, sería perderme. Puesto que sin ti no me encuentro.

Diriges mis actos sin apenas saber de mi existencia, no me quiero imaginar cuán feliz me harías si me conocieras. Si un día hicieras el esfuerzo de mirarme, mirarme como yo te miro y como estoy segura de que nunca, jamás, nadie te ha mirado.

No es difícil escribirte, lo difícil y realmente duro es escribirte y que no sepas que esto es para ti. Para ti que te encantan las fotos bonitas y la música tranquila.

Para ti que vives por los demás sin importar cuán destrozada puedas terminar.

Para ti que sueñas con príncipes de cuento que luego resultan ranas.

Para ti, quien desde el primer instante me robó el corazón sin yo poder evitarlo.

Para ti, con quien sueño y para quien vivo, en este extraño mundo en el que si no sigues la moda no se te ve y si no alzas la voz no se te oye.

Quizá no sea para ti pero mi corazón es tuyo desde entonces. Esperaré sin dudar hasta que tornes la cabeza y logres verme entre la multitud de gente. Gente aparentemente más importante que quien por ti ya no es; que por ti, se desvive.