Las muñecas que sobrevivieron a mi adolescencia
están intranquilas.
Les preocupa la precariedad de mi inocencia.
Habitan en una caja de plástico bajo la cama
y hacen hueco para las velas de cada cumpleaños.
Han aprendido a convivir
con los cadáveres del tiempo.
No piden gran cosa,
al menos que si van a morir
sea una muerte digna.
Mutan los juegos infantiles
en otros más modernos,
desaparecen compañeros de infancia,
pero ellas sigue viendo muñecas
en manos de otras niñas
y sienten que aún tienen otra oportunidad.
Saben que cualquier tiempo pasado no fue mejor,
pero ven a esas niñas como yo veo pequeñas vestidas de ballet,
que me sonríen igual que como yo hubiera sonreído entonces,
aunque no bailara ballet
pero siempre lo hubiese querido.
Esa mirada nostálgica de ver en otros
en lo que no nos hemos convertido.
Las muñecas de mi infancia me miran
y aunque ya no ven a la niña que fui,
saben que al menos intenté hacerlo todo,
lo mejor que pude.



Replica a Lothrandir Cancelar la respuesta