En la prisión del invierno, la melancolía prevalece sobre la angustia del estruendo amargo. La vida que recorrí fue un tren nocturno que, solitario, viajaba a través de la niebla y de los bosques hacia ninguna parte desde ningún lugar. Quiero escribir, por eso, mi último poema y danzar con su melodía por la vida alegre, recogiendo los pedazos de mi rastro, al andar por los espeluznantes caminos.
Desde mi infancia llega un recuerdo de terror y desamor, de bondad e ilusión. El pasado adolescente está inflamado de soledad, un espíritu que palpitó muchas veces se quebraba, pero la fuerza de la derrota empujó de igual forma hacia el abismo y la esperanza. La juventud despojada por falsos maestros, decadentes mercaderes y la nociva familia, conserva un reclamo de justicia.
Quisiera escribir ahora un último poema que me libre de la aflicción, pero ya no hay a quién culpar ni a qué suplicar. Si las estrellas me amaran, de ellas hablarían mis versos, por ser tan distantes y extrañas son hermosas; y en el temor de la noche que invadía mi infancia las amaba, como amé a las mujeres en la juventud dorada.
Como espíritu indómito aún resplandece el brillo de la rebeldía en mi conciencia; y si tuviera que decir cuánto estimé, cuánto soñé con océanos inmensos, cuánto escuché dulces melodías y cuánto lamento que todo esto se desvanezca, lo haría con un último poema.
Últimas voluntades. Se le va acabando la vida y una buena despedida es un poema
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¡ Bella narrativa y a la vez estremecedora ! Tienes con que escribir no solo tu último poema, posees la cualidad que solo tienen los elegidos para la pluma. Un cordial saludo.
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Wow,muy bello el poema.
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