1 minuto

Luciérnagas de luna

En su cénit se alzaba la luna
iluminando el hemisferio norte
de mi desamueblada cabeza
mientras llovía invierno en mis párpados,
se encendía el infierno en mi fuego
y se congelaba el corazón
en mis desiertos.
Quemaba este sol de justicia
el acero de las fuentes
en manantiales convencidos
de ser mucho más que agua,
de ser mucho más que vida.
Mis labios quemaban el carmín
de aquellos labios
que apasionados los besaban
mientras se desvanecían
en el abrazo de un gusano
en proceso de metamorfosis.
Ahora vuelan libres las luciérnagas,
vislumbrando en exagerado éxtasis mis noches de luna menguante,
sobre el incendio extinto
de las últimas velas
que parecían quedarme en el cajón
de los antiguos cumpleaños
muertos entre la cera consumida.
Se siente frío el salón vacío
de trofeos que exhibir
a las infinitas miradas desconocidas
de quienes no me importan
y a quienes nada importo yo.
Siguen enzarzados mis principios
en la primigenia discusión
empezada en este recuerdo
que, desde un principio, quise olvidar
sin poder hacerlo
y se halla en mi cosmos
la pequeña alfombra
que adornará mi corazón…
Si algún día me lo propongo.

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