No muy galante ni alto, un poco casual para llevar tal porte. Lo veo acercarse con cierto ímpetu; cerrar temprano no es mi estilo, espanta a la clientela más interesante.
-El teléfono.
Directo al punto, disfruto de los clientes decididos, aunque cómo negar que me sorprendió su rapidez. Quizá confundió ira con la intriga en mi mirada. Apunta a su bolsillo, ¿cuánto tendrá en la billetera? ¿Querrá regatear un poco? No pretendo quitarle un centavo al precio, quizá hasta le agregue unos ceros.
-¿Cuánto ofrece?
En este arte no hay maestro que copie, ¿estaré contra un amateur más o un digno oponente con labia olímpica? Veamos a qué tan buen negociante me enfrento.
-Suéltalo y te vas sin balas.
Principiante, pero con una tajante oferta; he de aceptar. Me convenció por esta vez, le cobraré el doble por un corta uñas si lo vuelvo a ver.
-Largo de aquí.
¿Y ahora cómo llamo un taxi?