Sobrevuelo las vías de un tren
a mil metros bajo el suelo
y contemplo, absorta,
el paisaje de un extenso mar negro.
Los canales de Venecia
siempre me parecieron bellos;
encuentro la paz en su putrefacción
y en la halitosis de sus gondoleros.
El sonido de un violín inunda mi pecho;
nadando a mariposa creo estar más cerca
de la superficie de este infierno.
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