Compartimos noche tras noche, cuando una y otra vez le oigo llamar y veo cómo se oculta. Tan penosa, sin conciencia de su belleza. Impaciente le admiro, sin comprender cómo aún tras esa cortina logra ser tan preciosa. Le admiro, le añoro, le quiero. No; le deseo. Pienso en todo el que tiene la oportunidad, si es que en verdad existe ser capaz, de ver su retaguardia, y muero tras la envidia que me causa la idea. Mi dama, ultrajada en mi incapacidad.
Su gris vestir me llama, y me avergüenzo al dar fuego a mis sábanas en su ausencia. Le rogaré una oportunidad tras su llamado, cuando su luz me dé el reflejo de su presencia y decida si soy digno de su brillo una vez más.
-¿Qué haces ahí?
-Disfruto más de las constelaciones en el interlunio.
-Sabes que cobro por hora, ¿no?
Perdóname.
Sutil entrada e inmejorable golpe final!! Espero que el protagonista; no se convierta en uno de aquellos gladiadores que pretendan rescatar a la dama, de tan triste presente. Un cordial saludo.
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