Yo que siempre te increpé con que abrieras el corazón y la mente,
aquí me hallo: postergando el momento
de confesarme con el cuaderno
pues enfrentarme a la hoja en blanco
es hacerle un lavado de cara
a mi alma de negro pintada;
es descubrir mis sentimientos
y asustarme con lo que me voy a encontrar
dentro de este desierto.
Me cacé intercambiando música
con una boca nueva
y fue como si por vez primera
me enseñaran a pedalear.
Ahora mismo desconozco qué quiero y anhelo;
lo que es seguro
es que trataré de no fallarme a mí.
Son las dos de la madrugada
y ya me suplica la almohada
que sea a ella a quien le cuente mis fatigas
y nunca más a ti.
¿Doloroso engaño o confiada credulidad? Dile a la protagonista que no se asuste; ni se vea en el desierto con su alma a cuestas. Vayas a saber ella, cual será el verdadero amor de su vida. Ese, el que se destaca entre tantos, que tendremos en la vida. Un cálido saludo.
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