Soy cárcel, carcelero y preso.
Mi sangre, mi carne, mis huesos son mis muros.
El pensamiento cree saberlo,
el sentimiento espera sostenerlo,
el intelecto supone tener todas las respuestas,
el ojo, el oído y la nariz piensan que lo abarcan todo,
mi palabra se obstina por emitir razones, que en el viento pierden consistencia.
Como autómata, lleno mi vida de interminables repeticiones vacías.
En mi deseo, me aíslo…
Y el pensamiento no piensa,
el corazón no siente y se endurece,
el intelecto se torna ofuscado,
el ojo no ve,
y la boca no habla.
En el círculo incesante, todo pierde sentido.
Y es entonces, sólo entonces,
que el dorado sol de lo insondable se cuela por la rendija,
y quiebra la dura capa que vida tras vida se ha formado.
El universo entero se filtra en la más minúscula partícula.
Y finalmente…
El ojo ve,
el oído escucha,
el pensamiento pasa,
el sentimiento no domina,
el intelecto no dirige,
y el corazón se abre al infinito.
La cárcel se expande,
el carcelero desaparece,
y aquel que estaba cautivo, se libera.
Carmen Adriana Laya
@calaya70
Leer sus escritos
Me encanta ♥
Me gustaLe gusta a 1 persona