Paradoja del amor I.
En la quietud de su mirada,
corrían el resto de nuestros días.
Prométemelo,
con tus pies sobre la almohada,
cubierto por las sábanas húmedas.
No con Ojos pentateucos,
atado a un lazo de cobre frente al altar.
Prométeme con tus vísceras
que el tiempo no será nuestra religión,
y que nuestro hogar
será cada esquina donde hagamos el amor.
Prométeme disputas,
placeres y penumbras,
que el huracán de la vida
penetre la habitación.
Que no andemos por ella
cual cadáveres en descomposición.
Prométeme lágrimas
y llagas ardientes en la espalda,
que en cada beso mojado
pueda saborearte las pestes del alma.
Prométeme,
con tus manos sobre mi rostro
y tus piernas en mi cintura,
que nos devoraremos el resto de nuestras vidas
y dejaremos un lienzo incendiario
de hambre, silencio y fuga.
Paulina Santamarina
@apulso_writer
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