Me enterré bajo un árbol una vez.
Casi supe la vida en los recodos.
Juro que quise amar las raíces,
cantar al son de acordes sin bandera
y tragarme la voz como si fuera
costura de los ojos olvidados,
aun sin conocer la melodía.
No me han dicho te quieros de verdad.
Soy musa itinerante sin candados,
caduca prematura sin semillas.
Por eso me someto al horizonte,
por eso y nada más me vuelvo tierra
y canto a las ventanas ya vacías
como rezando en idiomas que no existen,
a ver si alcanzo a cruzar el umbral
sin morir aunque sea primavera.
Salí de mí como extranjera
en busca del calor de las mañanas
sin sábanas, ni besos, ni café.
Te miré como se miran los cuerpos
al filo del silencio de la carne.
Los dientes rotos, el corazón más bien cansado.
Los labios tiemblan mudos, ya no intentan
aprender lo que no pueden decir.
Algunos nacen para ser canción.
Otros son el aplauso de después.
Pero he amado. Me consuela
pensar que alguna vez seré de agua.
Silvia Gutiérrez Martín
@rea_silvia_
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