Montar en cólera
Acerco mi rostro. No pestañea. Desafiante, sostiene la mirada. Apenas el aliento de un susurro separa la frontera de los labios. En su cuello veo el leve latido de una vena que lentamente acelera el pulso.
—Quiero cabalgarte…
Ella parece asentir mientras yo acaricio con mi mano su costado palpitante.
Cólera se estremece al clavar mis muslos en su grupa, relincha cuando mis piernas oprimen sus ijares y, envueltos en la negra llama de las crines de la noche, cabalgamos juntos hasta el amanecer…
Rubia
Húmeda y espumosa te deslizas como una diosa cereal y embriagadora.
Don de lenguas
Superdotada para las lenguas vivas, resucitas las lenguas muertas.
La profesora de francés
Su método es sencillo: sólo seguir el compás del acuático aleteo de sus labios.
Curvas
Conviene acercarse a velocidad moderada. Desde que uno ve las señales debe controlar la aproximación.
Demasiado rápido es una imprudencia.
Demasiado lento, un peligro: siempre habrá quien adelante en dirección prohibida.
La editora
Por ella sólo pasan los mejores.
—Se tiene o no se tiene —dice con la seguridad que le otorga la experiencia—. La mayoría se entrega con pasión, pero pocos lo hacen con la paciencia necesaria. No cuidan los detalles que esto exige. Se precipitan. Yo trato de enseñarles, de guiarles, de mostrarles el camino… Algunos se dejan, otros creen nacer ya instruidos. Afortunadamente, los hay que desde el primer momento dan la talla, que saben dónde y cómo imprimir el ritmo, que conocen todos y cada uno de los pliegues y secretos de este arte milenario.
Suspiró y, tras un breve silencio, añadió volviéndose hacia mí: -Admiro a los que tan sólo con la lengua llegan allí donde nadie ha llegado antes…
Florencia
Florencia es, toda ella, una obra de arte.
Supe, al verla por vez primera, que cuanto me dijeron era verdad, y aún añadiría que ciertos ocultos encantos me fueron celosamente velados hasta que mi insaciable espíritu explorador los sorprendió.
Florencia, consciente de su belleza, no es de fácil cortejo. Hay que saber recorrerla, pasearla, descubrirla… halagarle cada palmo de su piel de monumento.
Florencia exige ser amada a todas horas en toda calle, en toda plaza, en toda recóndita esquina de su insólita geografía. Gusta verse sorprendida en ventanas, soportales, puentes y traseras de teatros y museos.
Florencia se sabe única. Conoce sus armas.
Florencia sólo ofrece sus estancias inviolables al amante que desnuda, uno a uno, los misterios dibujados sobre el lienzo indescifrable de su cuerpo…

David Pulido Suárez
@davidps81
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