3 minutos

Mateo

Si existiera una prueba de los 100 metros planos para perros, Mateo sería medallista. Pienso en eso cuando salimos a caminar temprano, mientras las nubes cubren el sol y él me arrastra con potencia por las calles de Centenario y Granada. Tengo sueño y me siento agobiado, no quiero ir rápido, el desvelo me pesa. 

Mateo es un Beagle de dos años un poco más pequeño que los de su raza, pero también más hermoso, de orejas negras y largas y pecho blanco. Nos detenemos en la Plazoleta Jairo Varela y él toma aire sacando su lengua. Parece como si estuviera riéndose de verme sudando después de solo cuatro cuadras. Aún no uso tapabocas. —Imagínate si usara ese bozal para humanos— le digo mientras sigue atento a mí. Todo parece extraño. Miro hacia las calles y me percato que hay menos carros. Los comercios están cerrados.  

Suelto su cuerda. Mateo me mira como esperando algo. Empiezo a caminar y me sigue moviendo su cola hasta apartarse para oler las plantas del lugar. Alza la pata trasera y mea. Cruzamos hacia la calle del Café Tostao, cerrado, y unos metros después doblamos hacia la colina donde desemboca la Octava Norte. 

Pienso en cómo será la cuarentena, si seguiré teniendo trabajo. Mateo corre mientras subimos. Estoy exhausto, pero él no frena. Ojalá yo tuviera esa energía para arrancar el día.   

Salimos por la tarde y no hay tráfico. Mateo sube por una calle de Granada donde queda un Mister Wings. Huele los troncos de los árboles que rodean el restaurante y yo siento nostalgia al ver los asientos vacíos. Allí tengo bonitos recuerdos de charlas entre quesadillas, nachos y Coca Cola. ¿Volverán esos días?

Ventea fuerte. Mateo ya no va tan rápido. Y yo sigo perdido en mis pensamientos, sumergido en ideas abstractas de lo que imagino que serán las siguientes semanas de encierro.  

Seguimos andando. Los edificios están callados, Mateo juega con otros perros que también pasean. Saludo a sus dueños parpadeando, ya uso tapabocas y el cielo está anaranjado. 

Salimos en la noche y la oscuridad me intimida. Pasamos por el Hotel Now y la única luz viene de unas lámparas rojas ubicadas cerca de su recepción fantasma. Ahora llevo tapabocas, guantes, y un tarro de gel antibacterial.  

Cerca caminan algunos habitantes de calle. Uno se acerca y me pide dinero para comprar comida. Mateo le ladra. Le contesto que no tengo y naufrago en la imagen de sus pupilas húmedas. Damos unos pasos. Nos detenemos.  

De repente me entran ganas de correr. Arranco, pero algo me frena. Es Mateo, que ahora camina lento, huele el andén y me mira perplejo cuando trato de halarlo. Le hago caso y empezamos a ir despacio. Ahora no se acerca nadie, mucho menos algún carro. Solo queda ante nosotros el camino de regreso a casa, ese que transitamos en silencio, esperando que mañana sea un mejor día.  

Daniel Molina Durango
@Damodu1991
Leer sus escritos

Una respuesta a “Mateo”

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entradas relacionadas

A %d blogueros les gusta esto: