Esta tísica tarde desganada,
esta luz que me anuncia otra certeza,
otro espejo sin llanto, la destreza
de ir sumando latidos a la nada.
El invierno acaricia la gastada
geografía del monte; la belleza
de la música, inútil; la tristeza
que nos deja la noche devastada.
Ya no importan las voces que se fueron,
ni los versos que nunca se escribieron,
ni siquiera los años sin sentido.
Ya los rostros se alejan de este mundo
para entregar al último segundo
la perfecta tragedia del olvido.

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