…Sensitivos, cuando vemos el lejano horizonte, ya estamos al filo de otro. Pero a nosotros
se nos negó el arte de la levitación.
Así que
nuestras piernas tendrán que moverse.
Este camino
por donde pasa la hormiga y el elefante,
el mendigo y el rey,
el anciano y el joven,
el mortal y el Deva,
el bien y el mal,
lleva a un único lugar.
Y es el único lugar
al que necesitamos llegar.
Después del puente que pasa sobre el río,
río que en templanza regresa
y baña las piedras de la reencarnación,
sobre esa tierra viva
donde prosperan árboles multicolores,
veremos la pagoda,
lugar donde está el eje del mundo.
Y sus pisos,
que enumeran los elementos,
contienen los cuerpos dorados,
que estáticos son contemplados
con benevolencia
por el héroe y el usurpador,
el nativo y el bárbaro,
el santo y el hereje
el sabio y el ignorante.
Ante todo, este templo,
sin clavos que lo sostengan,
dibuja las entrañas
del más luminoso de nuestros hermanos.
La punta de la pagoda,
donde siempre se ha posado el rayo,
nos guía hacia aquí,
y de aquí
a los reinos de Dios.
Porque todo esto,
y más,
hierven en el mismo Dibujo…

Daniel Esteban Aguirre
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