En este sueño
larguísimo
donde todo se desvanece te persigo
a ti,
soñador o arquitecto,
fuente de mi sustancia,
fuente única.
Haz que tu voz vibre sobre mi piel
allá donde has permitido que lleve mis pasos.
Haz que no me sostengan
mis piernas, ponme los pelos de punta, rompe
los velos que me he impuesto
y me impiden palpar de veras.
Déjame sumido en la amnesia
y oriéntame al futuro
por las estancias de tu sueño que son como un molde de mi alma,
por las que perfeccionan el hechizo del laberinto,
por las que conducen
al fin a la memoria primigenia.

Fernando Benito F. de la Cigoña
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