«Nuestras tragedias nos han vuelto sabios y despiadados,
más preparados para encarar el horror.
Buscamos la paz porque hemos conocido demasiadas guerras.»
Umberto Eco
El próximo mes aún no ha llegado y ya le estoy escribiendo. Supongo que para advertirle de las desgracias, de la guerra que busca monedas y de la muerte que ni siquiera puede ser recordada. Ahora que solo comprendo el mundo a través de las páginas de los libros, no soy capaz de concordar con estos tiempos, ni siquiera con los de ayer. Pero sé que debo trabajar por los que vendrán, no desistir ante la vorágine del odio y la indignación como modus operandi de respuesta. La vida es más que defensa y llanto, también es más que respirar tranquilo. Me compadezco de mi propia sonrisa por la ternura que aflige en la culpabilidad y por la desazón que significa desechar las armas, aunque eso suponga entregar la existencia al horror inútil que mata pensando en engrandecerse.
No alcanzo a imaginarme el océano mañana, con su vaivén de olas y su algarabía, no lo imagino continuando como si nada ocurriese. Pero así estará mañana, impasible a la insignificancia humana. La palabra dignidad nos queda tan lejos, hemos construido una historia tan errada que hemos maltratado el concepto sencillo de vivir. Antes no rezaba, tampoco soy de ruegos, pero “mamita mía” estoy muerta de miedo por nuestro afán de destrucción. El dedo acusador sabe bien la dirección y la resistencia también es consciente de cuál es su función. Valor y recuperación. La vida es otra cosa muy distinta a lo que estamos haciendo con ella. Así que, lo tengo claro, me voy a recuperarla. Tengo un bando al que rendirle memoria, tengo una historia que pintar para el porvenir y, sobre todo, tengo un día que vivir hoy, en esta noche.
Me encontrarán tras la barricada del vencido y en la trinchera de la soledad. Tomando la mano de cada desconocido que necesite complicidad y haciendo de cada grito ajeno mi propio pensamiento. Me hallarán en el terror colectivo y en la calma sosegada del ermitaño. También en la lejanía del origen y en la perdición de la búsqueda de un destino. La guerrilla será una familia y la verdad el plato en la mesa. La rendición solo será cuando no se quiera vivir más. Así que, estoy sembrando aunque falte para la primavera, riego por el fruto que comerán nuestros hijos, por honrar la tierra que labraron mis padres y caminaron cada uno de mis antepasados. No quiero morir sola, pero dicen que así es como también nacemos, por eso es que entonces, sé que se ha de vivir en comunidad, con fraternidad, solidaridad y compañía.
Belén Vieyra Calderoni
belenvieyracalderoni.com
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