Desde el árbol divisaba una fuente enmarcada en un bellísimo claro. Estaba en alerta. Escuchó el ruido de una rama romperse y tomó su varita mágica. No le iban a sorprender, otra vez no. Ya no era un novato. A través de un hueco tal como el ojo de una cerradura, vio en la espesura del bosque algo extraño. Era grande, pesado y torpe. No alcanzaba a imaginar qué ser se ocultaba entre aquellas sombras. En medio del pánico, su cerebro se encendió como una bombilla: “¡Es un ogro!”. Estaba seguro de que podría acabar con él. Comenzó a buscar en su bolsa el pergamino del hechizo…
El teléfono móvil sonó insistentemente encima de la mesa. “¡Maldita sea!”, estaba en lo mejor de la partida; además, los dados estaban ayudando. Cogió el teléfono con desgana y cuando miró la pantalla su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
Era el chico más feliz del mundo: “¡Ella había dicho que sí!”.

Agneta Quill
historiasparavolar.es
Leer sus escritos
Un cuento de 150 palabras?????
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Claro, por algo existen los microcuentos.
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