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Cuando dos mundos chocan…

Podríamos dividir el mundo entre quienes creen que nos separan líneas rojas, y quienes afirman que no son líneas sino hilos, y que lo que hacen es unirnos atados al extremo de uno de nuestros dedos, sin importar lo lejos que estemos de quien debe estar con nosotros.

Algo parecido sucede con las letras, las diéresis, las cursivas, los párrafos y los versos alejandrinos.

La propia acción de escribir es un idioma universal en sí mismo que ha sido traducido a todos los idiomas del mundo, recordándonos que si no nos entendemos es porque decidimos no hacerlo.

Cada palabra es un arma afilada o un escudo impenetrable, una declaración de amor, una amenaza o un acertijo que escribimos con la intención de que nadie lo descifre nunca y la esperanza de que alguien lo haga pronto.

Cada vocabulario tiene sus propias normas, sus propias reglas del juego, a veces un mismo vocabulario responde a diferentes reglas acotando aún más un universo que debería ser infinito. Lo acotan los géneros, las corrientes o los formatos, como si hubiéramos aceptado las armas para vestir a nuestro ejército, pero bajo la promesa de usarlas solo con las normas de quien no conoce nuestra guerra.

¿Y si esto se convirtiese de repente en un poema? ¿Qué sería? ¿Un poema? ¿Dejaría de ser lo que es para empezar a ser otra cosa? ¿Línea o hilo?

Tal vez rompa el poema los hilos
y cambie el tercio de este texto
preguntando si es cobarde
desnudarse de alma en un papel
o de valientes arrodillarse mudo
a la hoja en blanco.

Dicen que la poesía
es la belleza del lenguaje
un yo, en osada bacanal
de letra y dogma,
me desvinculo de esa definición
y añado emoción a este brebaje
que se cuece a fuego lento
en el interior del alma.

Se presupone en la prosa
rellenar con detalles la escena
y dotar de un contexto lógico
la ilógica contradicción
de sus protagonistas.

Toda narrativa parte del conflicto
que da inicio a la historia
y se enreda
manejando los hilos con cautela,
dando forma al camino
desde el principio hacia el final.

Puede un poema
no presentar conflicto alguno
y basarse solo en el tiempo
que tarda una hoja en caer.
Puede tratar del último latido
de un corazón a punto de desbordarse,
solo de una hebra deshilachada
en ese rojo telar
que nos mantiene unidos
en ese frágil concepto
al que suelen llamar destino.
Y qué mejor destino
que un poema sin versos,
que un reverso unívoco
e irrevocable.
Qué mejor destino
que un universo repleto
de palabras rimbombantes
dando ritmo al epitafio
de una rosa triste y marchita
o de todo el infinito jardín.

Hasta la muerte puede ser bella
bien tratada en un poema.
Hasta esos infames hilos
que nos atan a la cordura
pueden bañarse en la belleza,
pero a nosotros, poetas y locos,
escritores, pensadores
o simples soñadores,
nos corresponde romper los dogmas
y caminar sobre las cuerdas
de ese universo teorizado
donde resolver el conflicto
de una historia en un poema,
donde desnudar la narrativa de detalles
y abrazarse a la belleza literaria
presentada ante el abismo
con un afán irresistible
de saltar al otro lado
y naufragar… si es necesario.
O tal vez el poema
se adentre en un bosque
y vuelva al cauce
que siempre debió tener
y abandone ser poema
para ser prosa otra vez.

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