Avanzamos en carros alados hacia una interrupción
y nadie dice nada,
nadie osa romper el delgado cristal que allá brilla.
Se cierne la noche
sobre mi soledad, la envuelve,
la serena y le susurra ideas, la convierte
en una aventura.
En vano perseguimos el jolgorio
que nos visita y como el mar
huye después, dejándonos al sueño del sol.
Los nombres se diluyen,
las copas olvidan que escarba
una raíz día a día en la tierra, que sabe ella
tanto allí en lo oscuro e indescifrable.
No se desata hoy nada.
Todos duermen tranquilos, todos
evitan el sopor del mañana.
Nos vamos hundiendo despacio
en la niebla, empezando por los ojos;
nadie recuerda ya el cuerpo, nadie infringe
su huella dactilar sobre el mundo de espectros.

Fernando Benito F. de la Cigoña
Leer sus escritos
Deja una respuesta