Otro San Valentín sola; Rockola retumbaba y Jaime se había marchado hacía media hora. La madrugada la saludó mientras que se mezclaba con las sombras de la noche. Divisó una embozada y amenazadora sombra; un restallido metálico la sobresaltó. Era una trampa, y se dirigía hacia ella. Vio al espectro moverse. Se acercaba; cada vez más… El tacón se le atascó en la alcantarilla. Estaba atrapada. No había salida. Escuchó un vozarrón: “El sereno”. Y con una media sonrisa, suspiró aliviada.

Agneta Quill
historiasparavolar.es
Leer sus escritos