1 minuto

La nada

Tenía solo 12 años y su cabeza le dolía de una forma nueva, mientras sentía un líquido caliente que lo inundaba todo. Ya no le quedaban dudas de que ese era el momento final, en el que su alma pronto avanzaría hacia mundos que su cuerpo jamás podría conocer. Cerró los ojos con lentitud, intentando frenar la rapidez de las imágenes que aparecían en su mente.

La nada.

Una luz. Una madre. Leche. Un beso. Un abrazo.

Un padre.

Un baño de agua tranquila. Una siesta con mamá. El placer de hurgar sus trajes, sus colores y secretos. Un mimo.

Un cumpleaños. Un fútbol. Un niño que quiere jugar a las muñecas. Un padre encolerizado. El llanto mudo de un hijo golpeado.

Un regalo de mamá. Lápices de colores ordenados según el arco iris. Una hoja de papel donde todo parece posible.

Una escuela. Libros que hacen viajar. Un patio lleno de niños que se ríen mientras otros lo empujan mientras le gritan “marica”. Un tropiezo.

Y la nada.

Flora Aliaga
@floraaliagaescritora
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