Solo nos ha quedado una respuesta
posible, una medida de la muerte
en cada desengaño, en cada inerte
espejo, en cada inútil apuesta.
Vivimos otras vidas, sin protesta,
ajenos a la culpa que se vierte
en el carrusel, turbio, de la suerte,
en el último baile de la fiesta.
Se han marchado los músicos; la calma,
atroz, tras los adioses, quema el alma,
desordena el tapiz de nuestra vida
Y deja una sentencia de tristeza
y desamparo, en toda su belleza,
con la última palabra descendida.

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