La piedra sobre la piedra.
El latido del ángel.
La eternidad.
El crepúsculo.
Desparramada a un margen y a otro
de la carretera, toda de cuneta y grava,
recupero el pulso matemático y las horas,
que reconducen mi rumbo hasta aquí.
Mi voz es el agua que moja las piedras.
La sed de la tierra
abocada al cauce primigenio
de este cuerpo, que aún se intuye
libre. Aunque ambos sepamos
que la libertad, es más.

Maribel Hernández
maribelhernandez.es
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