Escribo estas líneas cansado. Ahí está esa cosa otra vez. La nostálgica me persigue a donde voy. Me aterra pensar que esta mierda no acabará nunca. Todo comenzó cuando emigré a Perú. No solía estar solo, así que la nostálgica no se me apareció al principio. Pero eventualmente me independicé de mi grupo. Acabé en un departamento solitario y caluroso en Lima. Y ahí estaba ella. La nostálgica es una manifestación que aterra y entristece. Se me aparece cuando cae la noche, entre las penumbras.
También la he visto detrás de las cortinas y en la esquina oscura del lavandero. A veces es tan bella como una moneda de oro. A veces es tan bella que duele. Ella me recuerda las cosas que dejé atrás. Los amores fugaces que no logro soltar. Los lugares a los que llamé hogar alguna vez. El cálido abrazo de mis amigos. Las personas que amé y ya no están. La música dulce que no volveré a escuchar otra vez.Estar cerca suyo quema. Estar cerca suyo es adictivo. Pero no soy el único al que se le aparece.
La nostálgica ha acechado a otros como yo. Personas vulnerables, personas que se han ido, personas que permanecen mientras el resto se fue. Migrantes eternos, porque lo que conocíamos ya no existe. Ha ido detrás de mí hasta Perú, Chile, México y España. No se cansa. Me han contado que para algunos tiene forma de anciana, de perro de niño o de amante. A veces llega en forma de olor. Se dice que podemos sentirla incluso cuando tintineamos las llaves o desayunamos algo que nos recuerda a casa.
Ella sabe qué anhelas. Ella sabe qué te falta. Ella no deja de recordártelo. Algún día puede que le tome cariño, pero ahora la detesto. La nostálgica es una sombra de mierda. Un espíritu al que ya no quiero temer. Pero le temo, y espero poder superarlo pronto.

Jesús Martínez
@jesus_escribe
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