Me lo pregunto cada noche
y cada mañana.
Escucho su puño tocando
a la ventana.
Lo oigo cuando me acuesto,
como si me hablara tras la pared.
Susurra cosas ininteligibles.
Atrás se quedan las horas ardientes
en las que aquella voz me atrapa.
Puertas de hierro se abren y cierran.
A veces lo imagino dentro de casa
al pie de la cama cuando duermo
en la extrapolación del cuerpo
durante el sueño.
Proyección divina soy sobre los techos
en las noches más silenciosas
tratando de hallarlo;
Esquinas que han llovido,
pátinas de una ciudad casi familiar.
Y al fondo del callejón sin salida
al fin lo encuentro:
él vive al lado y tiene mi rostro.

Estefanía Páez Jiménez
@estefaniapaezj
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