Escribo en contra del yo
—R. Lechowski
Hoy no me surge escribir nada.
¡Podría crear un trabalenguas!
[Muerdo el mórbido muérdago
al dormir cual mustio muerto…]
—No.—
Podría dejarme hipnotizar
por las pelusas de mi cuarto,
con total serenidad,
junto al silencio
de mis sesos apagados
–/– ruido blanco –/–
para sentir
al adefesio flujo de la vida
que corrompe mis retinas
y patinando en mi cerebro
colma de pátina sus huecos.
Un [tic-tac] orquesta las paredes de mi cárcel.
Me fundo ante la brújula del eterno vagabundo
y confundido ante mi techo, me pregunto:
[¿Cuánto tiempo ha de durar un segundo?].
Soy la más fea calcomanía
de este cuarto sin ventanas.
Resido en un cubículo
de espectros huraños;
mi mente es un laberinto
de encefalogramas planos
Apolo,
—Dios Apolo—
te conjuro:
Desciende a las puertas de esta cárcel,
baja
y átame las cadenas de tu ensueño,
tu ideal, tu engaño milagroso,
tu consuelo,
y sonríe al nauseabundo mausoleo
de mi sangre-
a mi bandera,
a ese velo que rompiste para cobrar tu condena;
realza el estupor de mis gélidos barrotes,
y sella el desgarro, la miel,
tus labios…
–/– suspensión –/–
con el brote irreal de narcisos y azahares.
¡Basta, sácame!
–/– ¡O tápame de nuevo! –/–
Suficiente has quebrado,
perforaste la vigilia de Virgilio;
y ahora que sollozan
las arrugas de mis dedos
sus pieles son las aguas que calcinan Pompeya.

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