Con gamuzas en los pies,
se nos hiela el hilo de voz
-ya no hay penitencia que nos valga-.
Hay que salir de la ciudad,
porque los pulsos
son a
r
e
n
a
cuando
la m
a
r
choca fuerte con la piedra.
Así, el estímulo es carne de olvido.
Así, los ojos se funden en la neblina.
Hay que salir de la ciudad,
porque desde aquí
no se les escucha a los pájaros llorar.
Hay que salir de la ciudad,
porque desde este humo
no se ve al sol gritar,
-se han vendido todos los ojos por riquezas,
aquí ya nadie ve-.
He disipado todos mis caminos;
veo a la luz tan cerca desde mis tierras.
Las nubes me miran dejándome respirar.
Las aves cantan suave desde esta fuente.
El dolor entra, y se descose con la brisa del viento.
Es la paz el éxtasis de las fragancias
y la solidez de estos ojos.

Elena Díaz G.
@29diazelena
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