Camino de puntillas,
entre recuerdos que cortan como cuchillas,
como cristales rotos.
Alfombras enteras.
Infinitas.
Que no me llevan a ningún sitio.
Sabiendo que al final de mis sueños,
está tu mano,
a la que me aferro,
la que siento cómo me deja caer.
Despacio.
En silencio.
Desplomándome sobre ellas.
Cortándome en mil pedazos.
Cierro los ojos,
floto en algo.
Me sujetan firmemente mientras separan mi cuerpo de los afilados biseles.
Y me lame cada uno de los cortes,
y me los cura con sus lágrimas saladas.
No veo tu cara.
Alzo mis manos intentando tocarte.
Te esfumas entre humo.
Me despierto.
Estoy en mi mullida cama.
Me toco buscando alguna cicatriz.
Mis dedos encuentran algo en mi hombro.
Un cristal,
clavado aún,
Empapado en sangre.
Lo extraigo.
Deslizo mi lengua por él.
Y ahí está.
El sabor de tus lágrimas.
El cristal que quedó por sacar,
para así poder recordar,
que todo
fue
verdad.



Replica a Deva Cancelar la respuesta