«Supe de una vez por todas
que la libertad y la soledad
van siempre de la mano»
Piedad Bonnet
Aquel balcón hacía la ciudad menos gris,
era un respiro entre tanto polvo,
siempre había luz, incluso cerrando los ojos.
Dentro de aquella abarrotada ciudad
era una isla en la que sentirse a salvo,
allí nada existía.
A pesar de que ningún balcón
puede ocultar las ganas de saltar,
allí, mirar hacia abajo no era tan desgarrador,
conservaba el amor por bandera
y transmitía paz y ternura.
A pesar de la altura,
resultaba ser un salvoconducto
para poner los pies en tierra.
Parecía mentira
pero el vértigo amainaba
y resurgía la humilde vista al horizonte.
Era un balcón con las mejores vistas hacia adentro,
sin pretensiones de futuro,
con un tren escondido para la huida.
Era el balcón de los besos robados
de los cuerpos desnudos
y del dulce salvajismo infinito.
Desde un minúsculo mirador, has construido un maravilloso relato de amor e intimidad plena. Un cálido saludo.
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¡Muchas gracias Daniel! Me encantó Venecia Inmortal… 🙂
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Cuanta belleza y significado en ese balcón. He disfrutado mucho la lectura de tu hermoso poema. Tiene versos que no consigo sacarme de la cabeza. Como muestra: “A pesar de que ningún balcón puede ocultar las ganas de saltar”. Maravilloso. Un abrazo, poeta.
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A pesar de que en los balcones resulta más difícil caminar por la falta de espacio, he descubierto que también son un lugar de peregrinación para sanar. Un abrazo! 🙂
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