A la sombra de un hermoso manzano, que no es mío, muchas tardes, solitaria, yo me siento. Y a lo lejos miro mi pequeño arbolillo, que por más que me empeño nunca crece. Fue un árbol plantado por sorpresa, casi por necesidad y regado con cariño. Pero el árbol no da frutos. A veces, me parece ver algunas flores que alegran mis tristes ojos, pero nunca frutos.
En la aldea, hay muchos que plantaron árboles, hoy hermosos árboles con frutos, que me alegran y a la vez, me frustran. El mío es tan pequeño, a veces tan débil. Yo lo riego, cada día, a veces casi sin agua, a veces casi sin ganas… pero nunca, nunca da frutos.
Hay quien dice que algún día dará hermosos frutos de colores… y cuando dudo, cada vez que vuelvo a dudar, me pregunto si acaso esto merece la pena, y me marcho pensativa, cabizbaja, pensando que, quizás, ya no regrese, ¿para qué?
Sin embargo, siempre que esto ocurre… termino volviendo, a veces sin saber por qué, pero regreso, tras mis pasos. A veces a tientas, tras unas huellas que se borran con el tiempo. Y entonces, cuando veo de nuevo a mi pequeño arbolillo, tengo miedo. Miedo de que algún día, después de haberme marchado, quiera volver y no pueda. O haya olvidado el camino de regreso… y mi arbolillo se seque. Y entonces, ya no sea yo. Y entonces, me haya perdido con él para siempre…
Por: Lidia Villalobos (España)
laciudaddelasnubes.com
Únete a nuestras redes:
Deja un comentario